Su salud, nuestra salud. Claves de un enfoque One Health
30 abril, 2021El camino hacia la sostenibilidad en granjas de porcino. Parte 2 – Indicadores de sostenibilidad
9 junio, 2021Santiago Vega García
Catedrático de Sanidad Animal. Facultad de Veterinaria, Universidad CEU Cardenal Herrera de Valencia.
Cuando uno se sienta delante del ordenador para trascribir en palabras las reflexiones a las que ha llegado después de horas de estudio y lectura sobre cómo debe ser el abordaje o el desarrollo del concepto One Health en las granjas de porcino, la primera pregunta debe ser:
"¿Qué granjas de porcino queremos para los nuevos retos que deberemos afrontar en los próximos años?"
O mejor, quizá la pregunta debería ser:
Los expertos de la unidad de análisis y previsiones de la Dirección General para la Agricultura y Desarrollo Rural de la Comisión Europea realizan anualmente una previsión a medio plazo de los principales mercados e ingresos de origen agrario, el EU Agricultural Outlook.
El informe para 2019-2030 empieza recordando que las demandas de los consumidores van a continuar modelando los mercados agrícolas durante la próxima década: más allá de requerir precios más bajos por sus alimentos, cada vez se les dará mayor importancia a otros aspectos como la seguridad alimentaria y la salud, el origen e impacto social de la producción, el medio ambiente, el cambio climático y el bienestar animal.
Esto puede comportar un aumento de los costes de producción, pero también representa una oportunidad de generar valor añadido a nuestros productos, diferenciarnos de nuestros competidores y aumentar cuota de mercado y márgenes.
Pero para responder la pregunta, primero tenemos que describir el marco productivo en el que nos movemos actualmente en las granjas de porcino.
En unos momentos en los que el sector ganadero se encuentra en el epicentro de los debates públicos en Europa y fuera de ella, ciertos grupos de interés, cuyo ánimo es difundir mitos y perspectivas radicales sobre la ganadería, han conseguido acaparar estos debates.
Dichos mitos y opiniones, cada vez más presentes en las redes sociales y en la prensa, terminan representando una imagen que contrasta brutalmente con la realidad que viven y experimentan a diario miles de agricultores europeos y los profesionales que trabajan con ellos sobre el terreno.
Estos debates repercuten fuertemente en la opinión del consumidor europeo sobre el papel de los productos animales y la elección de su estilo de vida, además, acorralan al sector de la ganadería en una esquina de la sociedad.
Todo ello afecta de forma negativa al modelo ganadero de la Unión Europea (UE) y al marco político, al multiplicar los desafíos a los que se enfrentan nuestras comunidades agrarias a la hora de garantizar su viabilidad económica, el relevo generacional y su capacidad de adaptación a las exigencias sociales y medioambientales.
Por tal motivo, es muy importante empezar poniendo en valor el papel del veterinario y de todos aquellos profesionales relacionados directa o indirectamente con la ganadería, en este caso, la relativa a la producción porcina. Y esta puesta en valor queremos hacerla al cobijo del paraguas One Health.
Es importante rebatir las tesis que defienden y vinculan las dietas vegetarianas y/o veganas con la protección del medioambiente y la mitigación del cambio climático.
"Si sustituimos el consumo de carne por una dieta vegana, la reducción de la huella de carbono global sería de entre el 1% y el 6%; un solo vuelo entre Londres y Madrid contamina más."
Cuando estudiamos la evolución de las dietas y analizamos la dieta actual occidental, lo interesante es que queremos organizar las políticas alimenticias partiendo de una división binaria entre alimentos de origen vegetal y animal.
Todo lo que viene de las plantas, parece más sano y más sostenible, y de lo que no nos damos cuenta es que el corte tiene que producirse en los alimentos ultraprocesados, el hiperconsumismo y un uso excesivo de los combustibles fósiles, en lo que se refiere al medioambiente y al cambio climático.
Decir que, como afirma en un comunicado de prensa la "European Livestock voice",
"el modelo ganadero de la Unión Europea, cuyas explotaciones tienen una estructura diversificada, local y familiar, es la espina dorsal que vertebra las zonas rurales de la Unión Europea. Que además de apoyar numerosos puestos de empleo e industrias, contribuye al enfoque circular de la bio-economía de la Unión Europea y garantiza un suministro constante y asequible de una cantidad suficiente de alimentos seguros y nutritivos, junto con otros muchos productos y subproductos necesarios para un estilo de vida saludable o para las industrias cultural y creativa en Europa."
Acabar con la ganadería en Europa, es decir, una «salida» de la ganadería de la UE acarrearía graves consecuencias:
Una Europa sin ganadería perdería tierras de pasto esenciales, sufriría más incendios forestales, carecería en gran medida de fertilizantes orgánicos, de energía ecológica y de muchas otras materias primas e intensificaría el éxodo rural.
Se vería obligada a depender de productos animales importados, perdiendo el control sobre las normas de producción e incrementaría la demanda de materias y materiales derivados de combustibles fósiles.
Todo lo anterior, ya se ha demostrado por nuestra experiencia en la pandemia del COVID-19, abre la brecha en la biodiversidad y nos expone a una mayor probabilidad de llegada de otras nuevas pandemias, probablemente de origen zoonósico.
Para el eurodiputado Alexander Bernhuber la situación es evidente:
"Actualmente, el debate en torno a la agricultura a menudo parte de una falta de conocimiento por parte de la sociedad. La brecha entre los consumidores y los productores no hace más que crecer. Los agricultores europeos producen con arreglo a las normas de bienestar animal más estrictas del mundo. Hoy en día, el reto es transmitir al consumidor, a través de distintos canales, la labor fundamental que desempeñan nuestros agricultores."
En esta línea, y haciendo hincapié en la falta de conocimiento de la sociedad en lo relativo a la producción porcina, es importante empezar señalando que la veterinaria lleva 50 años mejorando la eficiencia ganadera: una prueba de ello es que el uso de medicamentos veterinarios ha reducido la propagación de enfermedades animales y ha impulsado la agricultura sostenible, protegiendo la biodiversidad.
Más ampliamente podemos afirmar que, la agricultura, lo ha hecho bien. El precio de los alimentos, en términos reales, ha caído un 50% los últimos 50 años y para muchos países desarrollados la escasez ha dado paso a la saciedad. Como resultado, para mucha gente, el alimento está disponible a voluntad originando sobreconsumo, obesidad y desperdicio de comida.
En un estudio publicado recientemente se ha puesto de manifiesto que los niños en el este de África que comen alimentos de origen animal regularmente, como la leche y la carne, muestran un mayor desarrollo cognitivo, físico y social. 900 millones de personas no consiguen la cantidad óptima de proteína. Los medicamentos veterinarios mejoran la producción de alimentos, contribuyendo al suministro de proteína asequible.
El eurodiputado Jérémy Decerle, remarca:
"En esta era en la que los europeos desean alimentarse de forma más saludable y consumir más alimentos locales, así como preservar el medio ambiente, los agricultores y ganaderos pueden ser parte de la solución y no del problema; la búsqueda de soluciones empieza por una visión completa y racional de la situación."
La producción animal forma una parte integral de la cadena de alimentación humana con el sector pecuario, que actualmente cuenta con el 13% de las calorías y el 28% de la proteína consumida diariamente.
El ganado es responsable de la vida de casi 1.300 millones de personas, representa el 40% de la agricultura producida por los países desarrollados y el 20% en países en vías de desarrollo, aportando fuentes esenciales de alimentación. (Figura 1)
Como fuente primaria de proteínas y micronutrientes, los productos cárnicos son considerados como elementos fundamentales en la dieta humana.
Tanto es así que, durante los últimos cuarenta años, su demanda se ha incrementado de forma significativa a nivel mundial, alcanzando una ratio de alrededor del 63% dentro de las fronteras europeas.
Asimismo, entre las principales variedades cárnicas en Europa, la carne de cerdo es la más ampliamente consumida, con un consumo medio anual de 31,8 kg per cápita en relación al consumo global de carne de 64,7 kg per cápita.
Sin embargo, en contraposición a su relevancia socioeconómica, la producción de la carne de cerdo es también responsable de en torno al 26% de las emisiones totales derivadas del sector ganadero en Europa.
Esto pone de manifiesto, como veremos más adelante, la necesidad de estudiar en profundidad las cargas ambientales asociadas a la cadena de producción de la carne de cerdo con el fin de avanzar hacia una mayor competitividad no sólo en el terreno económico sino también en materia ambiental
Si descendemos a un ámbito más cercano, el porcino español se ha convertido, por méritos propios, en una de las industrias más pujantes de nuestro país y en un sector estratégico para la generación de riqueza y empleo, así como para la vertebración del territorio, toda vez que su actividad se desarrolla en miles de municipios de la España rural, en los que actúa como motor de la economía local y como fuente de oportunidades laborales que permiten fijar población en nuestros pueblos.
En España la evolución del sector porcino es un sector muy competitivo que genera un volumen de negocio anual de 15.000 millones de euros, lo que representa en torno al 1,4% del Producto Interior Bruto (PIB) nacional y el 14% del PIB Industrial.
En cuanto a empleo, la actividad productora, industrial y comercializadora del porcino español sostiene 300.000 puestos de trabajos directos y más de 1 millón de forma indirecta.
Pero no es suficiente cumplir con solo los parámetros tradicionales para asegurar la competitividad, aceptación y reconocimiento de la actividad.
Hasta hace poco tiempo, el desempeño de la moderna ganadería de porcino industrial se medía, por su eficiencia productiva, conversión alimenticia, mortalidad, ganancia diaria de peso y otros parámetros técnicos. Actualmente, ya no es suficiente cumplir con solo estos parámetros. Cambió el mundo y cambiaron las reglas.
En la moderna ganadería de porcino se exige ahora también la comprobación de su responsabilidad, como un todo, en sus relaciones con el ambiente en el cual se inserta y con el cual se relaciona. Esto significa decir que además de los parámetros zootécnicos la actividad se evalúa, con la misma intensidad e importancia, mediante la idoneidad de su relación con el entorno social, ambiental, animal y empresarial o, en otras palabras, su grado de sostenibilidad.
Los resultados de esa apuesta por un modelo sostenible son tangibles: el sector porcino español ha reducido en los últimos años un 47% las emisiones de amoniaco por kilo de carne producida y un 54% por kilo producido las emisiones de metano procedentes de la gestión de estiércoles.
Además, gracias a la fuerte concienciación en esta materia se ha conseguido reducir hasta un 30% el uso de agua por cada kilo de carne producido.
Por otra parte, y en lo que a la gestión de purines se refiere, más del 90% se reutiliza mediante su aplicación superficial como fertilizante orgánico. El resto, puede ser tratado para su transformación en abono y energía eléctrica en diferentes tipos de plantas como las de compostaje, biogás o de cogeneración.
En 2019 esta producción de carne de cerdo aumentó un 2% respecto a 2018, con lo que lidera el ranking de producción de la UE, seguida de cerca por Alemania, y está en tercer lugar a nivel mundial, tras China y EE.UU. Es la producción ganadera más importante de nuestro país.
Este aumento se ha debido, principalmente, a la situación epidemiológica de la cabaña porcina en China, que ha elevado notablemente la demanda de este tipo de carne. (Informe de la Renta Agraria 2020. Ministerio de Agricultura y Pesca y Alimentación, enero 2021). Dentro del sector ganadero, la producción porcina representa algo más de la tercera parte del total con un 36,4%.
Los datos son el ejemplo más claro del firme compromiso del sector con la sostenibilidad y el medio ambiente y ponen de relieve que el aumento de la producción no va ligado a una mayor contaminación, sino todo lo contrario: cuando se hacen las cosas bien, aumenta la eficiencia y es menor el impacto ambiental.
Pero al final, ¿qué significa sostenibilidad? La Comisión Brundtland, por encargo de la Organización para las Naciones Unidas (ONU), definió en 1987 el desarrollo sostenible como:
"El desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la habilidad de las futuras generaciones de satisfacer sus propias necesidades."
La meta de la agricultura sostenible es maximizar el beneficio neto que la sociedad recibe de la producción agrícola. La Conferencia de la ONU sobre Medio Ambiente y Desarrollo, celebrada en Río de Janeiro en 1992, definió la agricultura sostenible como:
"Un modelo de organización social y económica basado en una visión equitativa y participativa del desarrollo, que reconoce el medio ambiente y los recursos naturales como las bases de la actividad económica. La agricultura es sostenible cuando es ecológicamente segura, económicamente viable, socialmente justa, culturalmente apropiada y basada en un método científico holístico". (Figura 2)
En la segunda parte de este artículo abordaremos los principales indicadores del nivel de sostenibilidad de las granjas porcinas, las “Mejores Técnicas Disponibles” para la reducción de emisiones y el uso responsable de antibióticos como parte de la estrategia One Health.